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Comida y políticos chatarra

La ciencia desde el Macuiltépetl

Manuel Martínez Morales

De tal modo que cuando la cuestión es elegir entre la vida humana y las ganancias,

para la ética del capital, hoy, este no es un dilema: las ganancias vienen primero.

Walter Mignolo

El 25 de agosto de 1947, el profesor Jesús Valdés Márquez –a quien tuve la fortuna de conocer y la doble fortuna de ser su yerno- escribía en su diario: “Hoy me puse a hacer la liquidación de la venta de paletas y dulces que, en mi escuela, han dado en llamarle ‘cooperativa’. Nunca imaginé que de un negocio tan pequeño e inofensivo quedaran ganancias que me parecen fantásticas. Creo, por propia experiencia, que más vale ser un paletero que profesor de primaria.” (“Diario de un maestro de escuela en la ciudad de México, apuntes confidenciales”)

Estas líneas del profesor Valdés Márquez indican que la comercialización de alimentos y bebidas al interior de las escuelas públicas no es nada nuevo y que, desde hace más de medio siglo, ya constituía un buen negocio sobre todo para el Sindicato y los maestros subordinados a sus líderes. Tal y como sucede en la actualidad, con el agravante de que ahora en la venta de alimentos y bebidas en las escuelas –siempre bajo el control del SNTE y las autoridades escolares- predomina la comida chatarra, producida principalmente por tres grandes corporaciones: Pepsico, Coca Cola y Bimbo.

La comida chatarra es aquella con altos contenidos de grasa, sodio (sal) o azúcares, y muy pobre contenido nutricional, aunque se le adicionen minerales o vitaminas. Estos alimentos procesados suelen contener también múltiples aditivos, como saborizantes, endulzantes (edulcorantes), conservadores, estabilizantes, colorantes y un largo etcétera, que tienen diversos efectos perjudiciales sobre sus consumidores. Se sabe que el consumo de este tipo de comida por niños y jóvenes es uno de los factores causantes de la obesidad infantil –que en México es ya un problema de salud pública- la cual, a su vez, es antecedente de múltiples afecciones como son: diabetes, hipertensión e insuficiencia renal, entre otras.

Por si hubiera duda, un estudio realizado recientemente, y publicado en junio de 2010 por la revista The New England Journal of Medicine, demostró una caída significativa en la obesidad y en los indicadores de predisposición a diabetes con dos medidas: sacar la comida chatarra de las escuelas y promover la actividad física. La investigación fue realizada por la Universidad de California en colaboración con el Instituto Nacional de Enfermedades Digestivas, Renales y de Diabetes y la Asociación Americana de Diabetes.

El estudio incluyó 4 mil 603 niños y jóvenes de 42 escuelas, a quienes les ofrecieron alimentos sanos: frutas, verduras, alimentos con fibra, alimentos bajos en grasa, sin azúcares añadidos y leche baja en grasa. Fueron excluidos todos los alimentos densamente energéticos y se dio más tiempo a la actividad física. Al inicio del estudio casi el 50% de los estudiantes presentaba sobrepeso y obesidad, el 16% presentaba altos niveles de glucosa en sangre en ayunas y el 7% presentaba resistencia a la insulina en ayunas. Los resultados fueron sorprendentes: disminuyó en 21% el sobrepeso y la obesidad (los programas para disminución de peso consideran un éxito una reducción entre el 5 y 10%.); y disminuyeron indicadores de riesgo para diabetes tales como los altos niveles de glucosa y la resistencia a la insulina. Este es el primer estudio que demuestra que desde las escuelas se puede disminuir la obesidad y otros indicadores de riesgo para diabetes tipo 2 en niños. (El estudio puede ser consultado en: www.healthystudy.org)

A pesar de evidencias como ésta, los políticos chatarra -el Secretario de Educación, el de Salud, y el de Economía- se han empeñado en defender los intereses de las empresas que lucran a costa de la salud de nuestros niños, pues los flamantes Secretarios no sólo se resisten a tomar medidas efectivas para erradicar la venta de comida chatarra en las escuelas, sino que se han mostrado como activos promotores del consumo de las mismas, protegiendo y promoviendo a toda costa los intereses de las compañías mencionadas (cuyos ingresos anuales por la venta de sus productos en las escuelas se estiman en cerca de 20 mil millones de pesos).

Un político chatarra es aquel cuyas acciones y decisiones resultan nocivas para el bienestar y la prosperidad de los ciudadanos. ¿Conoce usted alguno… que no lo sea?

Hay que reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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